La 63 Asamblea Mundial de la Salud se desarrolló del 17 al 22 de mayo, abordando temas relevantes para nuestra realidad.
SALUD servicio o negocio
1) La salud de los pobres, de los necesitados, es el gran desafío. (2) Quienes tienen dinero pagan por la salud y no tienen problema. (3) La OMS reflexiona.
Lógicas contrarias
Colombia y Brasil expresan las lógicas opuestas en acceso a salud. Colombia optó por el modelo del Banco Mundial y, si bien tienen a casi toda su población asegurada, ello no garantiza acceso ya que las aseguradoras se las ingenian para brindar planes recortados y condicionar atenciones. Brasil por su lado conformó el Sistema Único de Salud (SUS) hace 25 anos y, si bien tiene dificultades, sí ha logrado brindar acceso universal a salud para toda su población.
Acaba de concluir en Ginebra la 63 Asamblea Mundial de la Salud, cita en la que confluyen todos los estados y distintas organizaciones e instituciones representativas. En su discurso inaugural, Margaret Chang, directora general de la OMS, planteó algunos temas clave que tienen relación directa con la situación de salud en nuestro país. Uno es el referido a la poca capacidad de regulación de los precios tanto de medicamentos cuanto de servicios privados de salud, que se relaciona con el segundo tema planteado: la necesaria orientación hacia la consolidación de sistemas de salud que prioricen las necesidades de las poblaciones antes que los intereses particulares, evitando la duplicidad de funciones que incrementan los costos.
Modelos opuestos
Se puede decir que en el mundo existen dos paradigmas en relación a la salud. Uno el que emanó de la Conferencia de Alma Ata en 1978, en la cual 137 estados y 67 organizaciones internacionales se comprometieron a una meta ambiciosa: Salud para todos al año 2000; esta perspectiva incidía en la necesaria atención o cuidado primario de la salud para evitar así la enfermedad.
El otro paradigma emana del libro publicado por el Banco Mundial en 1993, Invertir en Salud, cuyo correlato para Latinoamérica es el documento Pluralismo Estructurado de 1997, que impulsa las reformas producidas en los últimos lustros. Son indicativos los lemas de cada modelo: en salud para todos se alude a lo universal, mientras que en invertir en salud se prioriza lo económico.
Ese dilema no se ha resuelto en relación a la salud y al acceso a servicios de salud. Mientras que el Banco Mundial impulsa la conformación de organizaciones sanitarias no sistémicas, sino fragmentadas en las que el mercado ingresa justamente por la atomización de servicios, la corriente universalista expresada en Alma Ata apuesta por la conformación de sistemas de salud, en los que el Estado asume su responsabilidad y garantiza de diversos modos el derecho a la salud.
Los sistemas nacionales de salud se conformaron sobre todo en las primeras décadas del siglo XX y, como en el caso de Gran Bretaña, son ejemplo de buen funcionamiento, mientras los fragmentados aparecen en nuestra región debido a la desorganización y precariedad no superada en el siglo XX, que permite crear una teoría y práctica que lleva a conformar mercados de salud.
Sistema para ordenar
Por ello es interesante que la directora general de la OMS plantee: “Hay despilfarro de fondos cuando los sistemas de reglamentación no consiguen controlar los precios y la calidad de los medicamentos o los costos de la atención en el sector privado”. A pesar de que las reformas impulsadas por el Banco Mundial implantaron la lógica de los seguros y el predominio de la economía sobre la salud, hoy ese molde se ha quebrado y resurge la necesidad de contar con sistemas que permitan controlar los abusos de aseguradoras, servicios privados, industria farmacéutica, corporaciones médicas.
En el Perú la no existencia de un real sistema de salud, permite, por ejemplo que, a pesar de que las principales clínicas de Lima han sido descubiertas traficando órganos, no haya sucedido nada relevante que las controle; o que las cadenas de farmacias crezcan cada vez más colocando precios abusivos e impidiendo el acceso a genéricos.
Estamos en un momento clave en el que dos lógicas se expresan. Aparentemente lo que está en discusión es lo relacionado a la salud, pero este asunto trasciende lo sectorial porque implica la forma en que el Estado y los gobiernos se relacionan con la sociedad. El modelo del Banco Mundial apunta a subsidiar a los pobres extremos y con suerte a los pobres, siempre y cuando éstos demuestren su pobreza y permanezcan en ella, porque de lo contrario ya no reciben subsidio (el caso del SIS en el Perú); mientras la vertiente universalista apuesta a igualar a los habitantes de un país a través de un sistema de salud que, por un lado prevenga, la enfermedad y por otro atienda la necesidad de los ciudadanos sean pobres o no, limitando que el mercado de la salud sea el que oriente las decisiones.
Obreros y empleados
El Perú nunca llegó a consolidar un sistema de salud; cuando la seguridad social se creó diferenció a obreros de empleados (Hospital Obrero, Hospital del Empleado) y quedó en manos del Estado la labor caritativa que antes tuvieron los sanatorios o las beneficencias. Hoy esa lógica persiste con una supuesta seguridad social para aportantes (EsSalud) y paquetes nada integrales para los pobres extremos vía el SIS; mientras los que pueden acuden a servicios de salud privados y de mejor calidad. Así tenemos salud para ricos, para trabajadores, para desempleados y para pobres. Por ello la relevancia de contar con un sistema de salud, desde el cual el Estado aminore las diferencias, renovando el enfoque de las políticas sanitarias para pasar del subsidio por pobreza al derecho ciudadano.
En el país existe una distancia alucinante frente a estos temas que se discuten en los foros globales. Los medios de comunicación crean una burbuja para que estemos recluidos en debates en la mayoría de casos intrascendentes. Mientras el mundo discute un aspecto fundamental para el desarrollo social y las libertades, acá seguimos creyendo que la pobreza se supera con 229 soles al mes. Superar la pobreza pasa por contar con acceso a atención de salud universal y por trabajar las causas de la enfermedad, ya que esa tarea marca un sentido de avance civilizatorio.
Gates y Slim: altruismo y negocio
La Fundación Gates dona anualmente unos 10 mil millones de dólares para combatir al sida, la malaria y la TBC. Ese monto es mayor a todo el presupuesto anual de la propia OMS. Semejante cantidad de dinero ha distorsionado algunas de las funciones de los ministerios de salud y de la sociedad civil que trabaja en combatir aquellas enfermedades. Por su lado el hoy hombre más rico del mundo, el mexicano Carlos Slim, vía la fundación Carso, viene ingresando en la prestación de servicios de salud en distintos países, con alrededor de 500 millones de dólares al año, no en calidad de donante como Gates, sino para abrir mercados de atención en salud.
Alexandro Saco
Colaborador
La Primera
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