La desigualdad en EE.UU. en términos de clase social
29 Mayo 2010
Alberto Garzón – Consejo Científico de ATTAC España
Las políticas económicas habituales desde los años setenta y ochenta han tenido como objetivo el lento desmantelamiento del Estado de Bienestar, principal mecanismo de redistribución en los países desarrollados, así como también ha liberado las fuerzas del mercado, especialmente las financieras, para una apropiación de la riqueza cada vez mayor por una proporción muy pequeña de la población. Aunque existen múltiples formas de medir la desigualdad, y mucho debate al respecto, existe un consenso más o menos generalizado al respecto: el neoliberalismo implica mayor desigualdad.
Por otra parte, para muchos autores estamos viviendo bajo una dictadura financiera. Lo financiero, en alusión a los mercados y los agentes que allí operan, habría triunfado en su intento de subordinar las distintas democracias a sus intereses. La política estaría controlada por las finanzas, alejadas éstas además de mecanismos de control popular. Esto, no obstante, debería tener reflejo en términos económicos. Sería lógico que existiera un canal que vinculara la creciente desigualdad con la creciente importancia de las finanzas.
En enero de 2007 Edward N. Wolff y Ajit Zacharias publicaron una investigación sobre la desigualdad en Estados Unidos desde una perspectiva de clases. Basándose en una concepción amplia de las clases sociales, tal y como comentábamos aquí mismo el otro día, los autores estudiaron la evolución de la desigualdad en función de la clase social. Las preguntas a responder eran evidentes: ¿a qué se debía el incremento de la desigualdad? ¿Quién salía beneficiado y quién perjudicado?
Tras dividir la población en ocho fracciones de clase (Capitalistas, Directivos, Supervisores, Profesionales, Trabajadores de cuello blanco, Trabajadores de cuello azul, Trabajadores no cualificados y Autónomos), contrastaron la desigualdad -descomponiendo el coeficiente de Gini y utilizando a los hogares como unidad- a partir de dos años clave desde el punto de vista del ciclo económico, 1989 y 2000.
La primera conclusión fue que en el año 2000 los capitalistas formaban únicamente el 2% de la población estadounidense, frente al 55% que componían los trabajadores (de cuello blanco, azul y no cualificados). El resto eran “gerentes” (directivos y supervisores), profesionales y autónomos. Y dentro del conjunto de los asalariados (es decir, exceptuando a los capitalistas), un 46′3% eran trabajadores sin cualificación.
La segunda conclusión era que la brecha entre la clase capitalista y cualquiera de las otras fracciones de clase era abrumadora. Los hogares capitalistas ganaban de media 12 veces más que los trabajadores no cualificados, pero incluso ganaban 9′3 veces más que los mejores “asalariados”, los directivos. En particular, los capitalistas tenían el 20% del ingreso siendo sólo un 2% de la población, mientras que los trabajadores no cualificados tenían el 25% del ingreso siendo el 40% del total.
La tercera conclusión era que la clase más beneficiada en el período comprendido entre 1989 y 2000 había sido precisamente la clase capitalista, con un 20′3% de incremento en sus ganancias medias, seguida de los autónomos con un 14′2% y de los trabajadores no cualificados con un 7′7%.
La cuarta conclusión era que en el año 2000, casi el 85% de los ingresos de la clase capitalista provenían de fuentes distintas al ingreso salarial y a la renta inmobiliaria, es decir, que proveían de fuentes fundamentalmente financieras (bonos, fondos de pensiones y de inversión, acciones, etc.). Para el resto de las otras fracciones ese tipo de ingresos eran el 24% del total.
La quinta conclusión era que el incremento de la desigualdad se había debido a dos factores. El primero, al dinamismo de las fuentes de ingresos financieras que benefician especialmente a la clase capitalista. El segundo, y esto es clave, a la desigualdad inter-clase. La creciente brecha entre fracciones de clase había sido el principal motor del incremento de la desigualdad.
La sexta conclusión era que la clase capitalista es, junto con los autónomos, la clase más desigual de “puertas para adentro”. La desigualdad intra-clase es mucho menor en los trabajadores que en los capitalistas.
En un trabajo posterior los mismos autores han vuelto a estudiar la desigualdad en Estados Unidos, pero ya no en términos de clase sino por estratos de renta (procedimiento más habitual). Quizás lo más llamativo sea la distribución de los activos financieros por estos estratos, como se ve en el gráfico (hacer click aquí para verlo). Ojo a la posesión de títulos financieros: el 60′6% de los mismos están en manos del 1% más rico de la población, y el 98′5% está en manos del 10% más rico.
Sólo hay que ver qué porcentaje de posesión de todo este tipo de activos tiene el 90% más pobre de la población para darse cuenta de cómo evolucionará la desigualdad en el futuro si no se invierte la tendencia regresiva del neoliberalismo. Hablamos de un tipo de títulos que “fructifican” en ingresos mucho más rápido y con mayor rentabilidad, y que sólo en las crisis financieras sufren verdaderos colapsos -interrumpiendo así los ingresos-. Quizás, como veremos en el siguiente post, la política económica de “salvar a los ricos socializando las pérdidas y privatizando las ganancias” tenga un sentido más amplio del que a primera vista parece: un sentido de clase.
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