domingo, 26 de junio de 2011

♣ Lo nacional en la concepción económica del nuevo Perú

Por Félix Jiménez

Economista Ph. D. Profesor de la PUCP

La reciente elección presidencial ha mostrado de manera descarnada la existencia de una fractura que persiste desde la fundación de la república. Somos dos países confrontados, poco integrados, que responden a un solo Estado pero no constituyen una sola Nación.

Con esta fractura que las elites empresariales y políticas que usufructuaron del poder reprodujeron en el tiempo hemos llegado a la globalización neoliberal. Nuestra mayor integración al resto del mundo ha evidenciado la profundidad de esa fractura histórica, porque la manera de crecer y acumular capital de los últimos años no ha integrado al Perú de la sierra y de la selva, no ha sido socialmente inclusivo y no ha aumentado notoriamente el nivel de vida de este lado del Perú. Su efecto directo ha sido entonces el debilitamiento de la democracia, el incremento de los conflictos sociales azuzados, además, por la política del perro del hortelano.

La globalización ha impuesto, por otro lado, la subordinación de las prioridades de inclusión e integración social, con lo cual se reproduce la heterogeneidad estructural –económica, social y política– que impide culminar la construcción de la Nación. 

El papel articulador e integrador de la economía nacional de mercado

La síntesis social peruana –decía Basadre– no se ha realizado aún. “El Perú sigue siendo una serie de compartimentos estancos, de estratos superpuestos o coincidentes, con solución de continuidad. Por todo ello, el nacionalismo, que en otras partes no es necesario o, fatalmente, está superado, urge aquí. En otras partes, el nacionalismo es algo destructor; aquí debe ser constructor.
Constructor de conciencia y constructor de soluciones. En otras partes es ofensivo; aquí necesita ser defensivo. Defensivo contra el ausentismo y defensivo contra la presión extranjera, de absorción material o mental” (véase Perú: problema y posibilidad, Lima 1984, p. 6).

La estrategia de desarrollo de una Economía Nacional de Mercado constituye el sustrato económico del concepto de Nación o comunidad política territorializada. No hemos culminado la construcción de la Nación a pesar de tener cerca de dos siglos de vida republicana, porque hemos descuidado el desarrollo de mercados a lo largo y ancho del país. Por eso tenemos poblaciones rurales y nativas excluidas de la modernidad. Si algo de bueno tiene el neoliberalismo en nuestro país es haber revelado la existencia y la fuerza de estos peruanos olvidados que le han dado el triunfo a Ollanta Humala, es decir, a la opción de un cambio que prioriza el interés nacional. Los tres ejes de política (no los únicos) para desarrollar la economía nacional de mercado son: infraestructura para conectar la economía con la geografía y demografía del país; financiamiento competitivo basado en el mercado de capitales en moneda nacional; y revolución educativa e inversión en ciencia y tecnología. La creación y expansión de los mercados internos es la base para la construcción de una verdadera comunidad política territorializada e integrada social y políticamente.

Autodeterminación nacional y globalización

En el Perú el carácter nacional de la economía de mercado se debe no solo a su papel integrador, necesario para la culminación de la construcción de la Nación. Lo nacional en el desarrollo de esta economía es también una reacción de autodeterminación frente a la presión de la globalización.  La pregunta que debemos responder, entonces, es ¿cómo mantener una economía abierta priorizando los intereses nacionales? 

Keynes, refiriéndose a Inglaterra de 1933, decía que “el internacionalismo económico que comprende la libre movilidad de capitales y de los fondos prestables, así como de las mercancías, puede condenar a este país por una generación venidera a un grado mucho más bajo de prosperidad material que el que pudiera alcanzarse bajo un sistema diferente”. Llamaba la atención así al dilema entre la administración autónoma de la tasa de interés por la autoridad monetaria y la libre movilidad internacional de capitales. Como la libre movilidad supone la igualación de las tasas de interés domésticas e internacionales, él proponía imponer controles al movimiento de capitales para que la autoridad monetaria tenga soberanía sobre la tasa de interés. 

Keynes no fue el único que proponía restricciones al movimiento de capitales. Lo hicieron también Tobin y más recientemente, en el contexto de la globalización actual, P. Davidson, J. Kregel, D. Rodrik y J. Stiglitz, para mencionar solo a los más conocidos. Lo que todos destacan es la imposibilidad de lograr simultáneamente la autodeterminación nacional y la globalización económica. Rodrik adiciona el fortalecimiento de la democracia como objetivo imposible de cumplir junto a la globalización económica.

Para Tobin (1978), “las economías nacionales y los gobiernos nacionales no son capaces de adaptarse a los movimientos masivos de fondos a través de los mercados de divisas, sin las dificultades reales y sin sacrificio significativo de los objetivos de la política económica nacional en materia de empleo, producción e inflación. En concreto, decía, la movilidad del capital financiero limita las diferencias viables entre las tasas de interés nacionales y por lo tanto restringe severamente la capacidad del banco central y el gobierno para aplicar políticas monetarias y fiscales apropiadas para sus economías internas”.

El interés nacional en la economía significa entonces desalentar los flujos especulativos de capital de corto plazo, cuya intensidad y volatilidad podría “amenazar seriamente el desempeño macroeconómico del país, especialmente mediante la reducción de la autonomía de la política monetaria”. Pero, además, como también señala Tobin, mediante su impacto negativo sobre el tipo de cambio, cuyas fluctuaciones producen alteraciones en los precios relativos y afectan la competitividad  de las exportaciones.

Conclusión

La economía nacional de mercado es no solo una estrategia de construcción de la Nación sino también una propuesta de autodeterminación nacional en el manejo de la política macroeconómica: monetaria, cambiaria y fiscal.

lunes, 20 de junio de 2011

♣ MASACRE EN EL FRONTÓN EN EL GOBIERNO DE ALAN GARCÍA, SE CUMPLIÓ UN CUARTO DE SIGLO.

EL OLVIDO


Hace 25 años se perpetró una de las mayores ejecuciones extrajudiciales por parte del estado en toda América Latina. Hace 25 años se liquidó un motín de presos políticos con cohetes y granadas de guerra, una auténtica matanza que incluyó el fusilamiento a decenas de presos rendidos y donde se prohibió taxativamente el ingreso de fiscales, autoridades civiles, directores de penales y prensa durante toda la carnicería. Hace 25 años se aniquiló a casi 300 personas y la impunidad llegó al nivel de enterrar y desaparecer clandestinamente a más de un centenar de víctimas. El poeta José Valdivia Domínguez Jovaldo y el artista plástico Félix Rebolledo estuvieron entre ellos.
Hace 25 años que los autores de este virtual genocidio se siguen pavoneando por los pasillos de los edificios públicos, usufructan cargos estatales, no muestran el más mínimo gesto de arrepentimiento o contrición y se preparan para vivir una rijosa jubilación con una pensión dorada que pagamos todos los contribuyentes.

Hace 25 años que se inició, también, el olvido. El penoso olvido. Somos un país propenso a la amnesia. Nuestros amos lo saben, por eso juegan la blanda pero efectiva carta del tiempo. El tiempo en el Perú todo lo puede. El tiempo se encarga de que olvidemos. El olvido hace posible que todo siga tal cual era.

Y sin embargo, era difícil imaginar ese olvido hace 25 años. El mundo de los escritores y artistas quedó impresionado por la barbarie gubernamental. Destaco el cuento El ángel de la isla de Dante Castro y la reflexión en clave de poesía de Jose Antonio Mazzotti, amén de otros cuentos y poemas, varias performances teatrales, canciones de autor. A nadie se le pasaba por la cabeza que tanta muerte quedara impune. Pero, al final, así ha sido.

La captura, juicio y condena tanto de Vladimiro Montesinos como de Alberto Fujimori parecen haber concentrado todas las responsabilidades de la guerra interna.

 No solamente nadie quiere recordarle al todavía presidente su responsabilidad en los hechos (y a su vicepresidente mucho menos, total, en el Perú a los militares mejor no tocarlos) resulta casi un delito de leso civismo recordar los terribles crímenes perpetrados en el segundo gobierno de Fernando Belaúnde, hoy poco menos que prócer de la nación. 

Y si escarbamos más profundo, tendríamos anillos de jueces, oficiales de las fuerzas armadas, ex-ministros, funcionarios de toda laya que pusieron su grano de arena en el enorme osario de la guerra....¿Y qué quieres? -me diréis- ¿Enjuiciar a cientos de miles de peruanos? ¿Condenar al joven oficial a quien le aseguraron que nadie va a la cárcel en el Perú por matar indios en masa? ¿Meter preso al fiscal que miraba a otro lado cuando sobre su mesa se le acumulaban demandas por violaciones de derechos humanos? ¿Al marino que bombardeaba sin piedad pueblos enteros sospechosos de senderismo porque consideraba que estaba defendiendo a la patria? ¿Al político que firmaba exculpaciones infames creyendo que así promovía la paz y la tranquilidad nacional? ¿A tantos periodistas y senderólogos que falseaban noticias e interpretaban gratuitamente porque se sentían vulnerables y confundidos ante los poderosos?¿Y por qué a ellos? ¿Los crees igual o más culpables que los que empuñaron un fusil para destruir comisarías, demoler torres de alta tensión, ejecutar políticos enemigos, provocar éxodos en los Andes e imponer una revolución al resto de peruanos?¿Acaso no lo merecieron esos infelices de hace 25 años que se levantaron contra un gobierno democráticamente elegido, no quisieron aceptar las comisiones de negociación, respondieron con armas artesanales a las fuerzas del orden y decidieron seguir peleando casi toda una jornada en condiciones de clara inferioridad militar? ¿Acaso ellos mismos no se buscaron la cruda represión, el pistoletazo sobre la nuca, el secreto acarreo de cadáveres hacia ninguna parte? ¿Acaso esos 300 caídos no fueron sino otro ejemplo de la inmensa locura colectiva que consumió a medio país?Lo peor no es que se respondan afirmativamente estas preguntas. Lo peor es que casi nadie las hace.
 Hemos terminado sumergidos en un pantano de silencio y de olvido. Y, como dicta la geofísica, conforme pase el tiempo ese pantano terminará solidificándose, cubriéndose de sucesivas capas geológicas, todas cubiertas por una corteza rugosa e impenetrable.No voy a hacer una jaculatoria de la memoria y la reparación. No sé qué sentido tenga. Las acusaciones sobre violaciones a los derechos humanos son levantadas casi exclusivamente por los familiares y deudos de las víctimas. Quienes sufrieron en carne propia el huracán de la guerra, arrebatándoseles el hogar, los años, el pan y la dignidad; hoy son tratados por el Poder como huerfanitos llorones a quienes se les arroja migajas de caridad.

 La gente corriente se ríe en tu cara cuando hablas de feminicidios en el Perú. La gran mayoría de las iniciativas por constuir una memoria del conflicto armado interno son percibidas por gran parte de la población como una rutina laboral de las ONGs. Y si los responsables de la mayor limpieza étnica cometida en Sudamérica en los últimos cincuenta años siguen libres e impunes ¿Qué esperar de aquellos que se escudan en las necesidades de la guerra para disculpar sus tropelías? ¿Qué sentido, entonces, hablar de todo esto?Queda el olvido.

En el calor de la segunda postguerra, Theodor Adorno imprecaba que "escribir poesía, después de Auschwitz, es un acto de barbarie". Para el sociólogo alemán, el dolor por las conscuencias de la necedad humana condenaba a la creación artística a casi enmudecer. Hoy, esas palabras nos parecen las exageraciones de un intelectual renegón y quejica, una prohibición arrogante que desechamos frívolamente.

 Quizá, aunque es sintomático que en el Perú contemporáneo después de la Matanza de los Penales, se haya terminado escribiendo cumbia. 

Hoy, aparentemente, tenemos un marco esperanzador de cambio para el Perú (Ollanta en el Perú, Susana en Lima). Y eso invita -debiera invitar-al optimismo y a pensar en positivo. Me sumo a esa esperanza, pero me resisto a olvidar. 

Han pasado 25 años y lo único que tengo que deciros, como en el hermoso poema de Luis Cernuda, es "recuérdalo tú y recuérdalo a otros".

Y, si puedes, escríbelo también.

Gracias Javier Garvich por este envio.

domingo, 5 de junio de 2011

♣ AGRESIÓN ESCOLAR Y BULLYING

Agresión escolar


Aunque fue detectado desde los años 80, el bullying o violencia entre escolares es un problema social que la mayoría de colegios prefiere ignorar. En nuestro país uno de cada siete alumnos sufre de bullying y en esta nota hemos recabado el testimonio de tres padres que nos han confiado sus historias con la condición de no revelar su identidad.  

Por María Isabel Gonzales

Lima, julio 2010. Ana mira de reojo a sus compañeros de primer grado. Ellos le devuelven el gesto. Están hablando en voz baja. 

Ella no llega a entenderlos, sus palabras se quedan en murmullos. La profesora levanta la voz: “Ana viene de Estados Unidos. 

Estará con nosotros por un año, ayúdenla a ponerse al corriente”. Ana busca una cara que le resulte amigable. De pronto le 
señalan una carpeta vacía. Lleva el cabello sujeto en una cola, el uniforme huele a suavizante y tiene una mochila que mamá le compró. De pronto alguien le jala el pelo y Ana voltea sorprendida. Los niños se ríen, ella se avergüenza y se da la vuelta. No sabe que una de sus nuevas compañeras acaba de elegirla como su víctima. 

A través del teléfono, la madre de Ana cuenta que nunca había vivido algo parecido. Ella, una peruana radicada en Estados Unidos desde hace diez años, no se había enfrentado al bullying o acoso escolar mientras fue alumna. “Si pudiera volver en el tiempo no elegiría el colegio en el que la matriculé. Yo hice caso a la recomendación de un amigo y, según lo que pude averiguar, pensé que era una buena opción. Dos mil soles de mensualidad en el corazón de San Isidro y sin embargo fue allí donde desde la profesora hasta el director no pudieron enfrentar el acoso escolar. Yo estudié en un colegio nacional y no me enfrenté a una cosa así”, asegura.

Al colegio no voy

Apenas pasó una semana y Ana ya no quería ir al colegio. “Las niñas son muy malas”, le dijo a su madre. En casa creyeron que le había afectado el cambio de costumbres. No se imaginaban que a diario su hija recibía insultos y empujones de otra niña. Un día cualquiera esa niña subió el nivel de sus ataques. Se acercó a Ana y le propinó una patada y un puñetazo. Aunque recién entonces se animó a contar lo que sucedía en las aulas, le pidió a su madre que no se quejara con la profesora. Le daba vergüenza ser una “soplona” y también temía recibir represalias. Pero tras semejante paliza la madre no se quedó con los brazos cruzados.

“Insistí con la maestra, la psicóloga y el encargado de disciplina. La respuesta fue que esa agresora venía de una familia disfuncional. Pero en realidad el personal del colegio estaba con las manos atadas pues esa familia es una de las más ricas e influyentes de Lima. Con eso me decían que nunca se atreverían a hacerle entender que lo que hacía estaba mal”, cuenta la madre de Ana.

Derrumbando mitos

Por el caso de Ana podemos concluir qué lejos están de la realidad aquellos padres que asocian el bullying con una práctica focalizada únicamente en los colegios de sectores populares. La verdad es que se extiende a los colegios más exclusivos de Lima y también allí es ignorado por docentes y autoridades educativas. “Incluso se ha llegado a decir que las víctimas vienen de familias disfuncionales y por eso son retraídos y temerosos, fáciles de agredir. Ese es un comentario ligero; hay muchísimos factores de los que podríamos hablar en una víctima de acoso escolar o en el victimario. Lo primero es entender que los adultos tienen un rol como padres y como modelo de autoridad. Si eso falla podemos llegar a extremos como ya hemos visto en el Perú”, explica Janet  Oliveros, psicóloga de niños y adolescentes.  

En este exclusivo colegio limeño no ayudaron a Ana. Si no hubiera sido por el papel decisivo que cumplió su madre, quizás seguiría sufriendo en silencio. Incluso fue a casa de la niña agresora creyendo que allí encontraría una solución. “Esto no es nada, son cosas de niñas”, respondió una madre indiferente. “Me quedé con la boca abierta. Este colegio tiene un ambiente muy hostil, muchos chicos se van del colegio porque sufren de bullying. Los molestan si no tienen mucha plata o si no viven en un barrio exclusivo. Si sus rasgos son andinos los marginan. Es una cosa terrible”, dice. Aunque no se lo hubieran imaginado, parte de la solución fue matricular a Ana en clases de karate y este año se van de regreso a Estados Unidos. 

Mirada atenta

La psicóloga y especialista en temas de bullying Vivian Landázuri explica que los docentes pueden detectar quiénes tienen mayor tendencia a ser abusadores y quiénes podrían ser atacados. En los primeros se distingue por la impulsividad, y en los segundos depende de la autoestima y la confianza con que se desenvuelvan. Desde entonces el colegio tiene una responsabilidad con sus alumnos. 

“Si bien el conflicto es parte del proceso de crecimiento, eso no puede confundirse con el bullying. Este es un abuso sistemático o intencionado de alguien o un grupo que quiere resaltar sometiendo a otro. Y siempre es clandestino. Hay que estar atentos porque usualmente entre sexto grado y primero de secundaria la violencia entre alumnos se hace más fuerte”, explica Landázuri. En su experiencia ha podido identificar que los colegios muestran mayor interés en el tema desde hace dos años, “aunque aquellos que desarrollan una estrategia para evitar el acoso en las aulas son poquísimos comparados con los que solo aplican sanciones”, anota. 

Negación del agresor

Además de la incapacidad de los centros educativos para actuar de inmediato, también está la indiferencia de los padres. Siempre son las víctimas las que llegan a consulta con un especialista pero el niño o adolescente agresor jamás viene acompañado de papá y mamá a visitar un psicólogo. “Si vienen es por otra razón. Llegan por malas notas o dificultades en sus relaciones familiares. Eso es preocupante porque la reacción de los padres cuando les avisan que sus hijos son agresivos es la negación”, dice Landázuri. 

Como en el caso de Antonio, que vive en el Callao y también está en un colegio privado. Cursa el cuarto de secundaria y en su salón hay tres grupos definidos: los “populares”, los “inteligentes” y los “choteados”. Antonio pertenece al tercero. Todos los días los chicos populares le hacen apanado, con la complicidad del resto. A veces lo golpean tan fuerte que termina sangrando por la nariz. Pero Antonio se ríe para que no le digan cobarde. Una vez se quejó con el profesor de disciplina y los demás lo llamaron “mariconcito”. Otro día durante el recreo lanzaron su mochila por la ventana y perdió su celular y su iPod. Los profesores vieron lo que sucedió y enviaron una nota al padre de familia del líder de los populares. Este respondió que en un colegio todos deben aprender a defenderse. De lo contrario que se “ponga falda”, escribió.

Según Landázuri, el niño víctima duda mucho antes de acusar a su agresor. “Para ellos ser presa del bullying es lo más vergonzoso que les puede pasar. Prefieren ocultarlo para no pasar por la ridiculización. Y cuando un padre les responde que se defiendan solo agrava el problema porque es una forma de decirles que si no logran enfrentarse es su culpa, les bajan la autoestima y solo generan desconfianza en ellos. Incluso los testigos se vuelven parte de este círculo perverso porque aceptan la violencia como algo normal, en vez de denunciar lo que sucede”, advierte la especialista.

No le dan solución

Valeria tiene siete años. Vive y estudia en un colegio particular en Comas. El año pasado llegó a casa con manchas en la blusa del uniforme. Valeny, su madre, le pregunto por qué las tenía y Valeria no quería responder. La madre insistió y revisó la piel de su espalda. Tenía pinchazos. A un niño de su clase se le dio por hincarla con el lápiz recién tajado. Cuando Valeny se quejó en el colegio, la profesora dijo que hacía falta que se conocieran más y los sentó juntos. El niño estuvo feliz porque tenía a la víctima a su lado. Tomaba un cuaderno, lo enrollaba y se lo tiraba en la cabeza. Seguía manchándole la ropa y la pateaba cada vez que podía. Valeria dejó de contarle a su mamá lo que pasaba y se negaba a ir al colegio. 

Pero, así como le pasó a Ana, llegó el día en que Valeria no aguantó más. El niño agresor y otro compañerito intentaron ahorcarla durante el recreo. Nadie vio nada. Valeria corrió para esconderse en el baño. Allí la encontró su mamá cuando llegó a recogerla. 
Valeny también tocó la puerta de la familia del niño. Los padres se burlaron de la situación pero, al sentirse reprendidos, el padre respondió: “Mi hijo no es ningún loco. Yo no tengo por qué estarlo castigando”. La única salida para Valeny fue retirar a Valeria del colegio. Al comentarlo a la profesora, esta le respondió: “La mamá del niño tiene cáncer y por eso él reacciona así, debe sentirse abandonado. De seguro quiere llamar la atención. El papá es militar y casi nunca está”. Valeny la miro incrédula. “¿Quiere decir que si yo me enfermo mi hija puede ir por ahí golpeando a otros niños? Yo opté por este colegio porque, aunque estaba más caro que otros de la zona, no tenía muchos alumnos y pensé que podían atender mejor a mi hija. Creo que me equivoque”, respondió.

En este y los anteriores casos siempre hubo tres personajes: el agresor, la víctima y el testigo. Todos como parte de un círculo perverso en el que la intimidación, el hostigamiento, la vejación y la humillación son el pan de cada día. Esto puede frenarse si los alumnos denuncian los abusos y los padres toman conciencia de lo mucho que afecta a la formación de un niño el abuso constante y solapado de palomillada. 

También en video

1. En Youtube aparece el video de las alumnas argentinas de la Escuela Normal de Paso de la Patria. Este lugar está ubicado en la provincia de Corrientes. El video fue subido el 18 de abril del 2011 y ha sido visto por 8.598 usuarios.

2. Por el audio se deduce que son estudiantes chilenas de 1º de secundaria. Aquí cinco chicas se burlan de una compañera en la clase de educación física. 

Más sobre el bullying

En los años 80. En los países nórdicos se identificó el bullying como un problema a partir de una ola de suicidios. Luego Japón y Estados Unidos empezaron a mitigarlo. La preocupación en Sudamérica empieza en el 2007. Uno de los últimos casos fue el de Wellington de Oliveira, en Brasil.  Este hombre de 23 años asesinó a 12 niños de una escuela municipal donde él también estudió y sufrió de maltrato.

En el mundo. En Estados Unidos el 40% de la población escolar está vinculado al bullying como agresor o agredido. En Japón existen 38.000 páginas web en las que estudiantes de secundaria publican amenazas o fotografías comprometedoras de sus compañeros para humillarlos. 

Perfiles. Las víctimas suelen ser atacadas por mostrarse sumisas y cuando su contextura  es frágil. Además de tímidos y solitarios. Los agresores no controlan sus impulsos, les gusta resaltar y dominar su entorno.
 
Estrategias contra el acoso. Según las especialistas Patricia Navarrete y Vivian Landázuri, lo ideal es que cada colegio cuente con un programa contra el acoso escolar. Se deben identificar líderes dentro del cuerpo de docentes para que se acerquen a los alumnos  y canalicen sus testimonios en denuncias contra los agresores. 

En la cultura popular

El crítico de televisión Fernando Vivas recuerda la novela de José Bravo Barrio de Broncas (1971) en la que se develaba la violencia entre la juventud de los 50’s y 60’s.  Aunque ya Mario Vargas Llosa con La ciudad y los perros (1962) había expuesto cómo se formaban los futuros “gorilas dictadores militares”, dice Vivas. El esclavo era el personaje que por “soplón” murió de un tiro en un entrenamiento. En Paco Yunque (1951), una lectura obligada de nuestra niñez, también se puede observar esta marca de la violencia hacia un niño por Humberto Grieve, hijo de los patrones de la madre de Paco. Aunque son muchos los autores que han tratado el tema, Vargas Llosa lo hizo con recurrencia en sus primeras obras: Los jefes y luego en Los cachorros. 

En ellas también retrata esa realidad, machista y dura, que deben pasar los muchachos para probarse como hombres. Vivas señala que el bullying se disfraza de una afirmación de la sexualidad. “De acuerdo con el paso del tiempo podemos ver cómo la violencia se confunde con otros matices. En la televisión, en programas como el que tuvo Augusto Ferrando. Allí él ponía las chapas. Era su afán de dominación decir que él había descubierto a la gente. Ya en otros como El especial del humor el popular apanado se disfraza de broma y en realidad están lastimando a una persona. Es la lorneada que no es otra cosa que bullying”, advierte Vivas. 

En el cine también se ha tocado el bullying, sobre todo en el independiente. Sin embargo, suelen ser las hollywoodenses las que más se recuerdan.  Como Carrie (1976) y Karate Kid (que tiene una saga exitosa y en el 2010 se vio renovada con la actuación de Jaden Smith). En la primera, una chica retraída es maltratada por sus compañeros de clase y ella con sus poderes psíquicos termina matándolos en un incendio. En Karate Kid, un muchacho se muda con su madre a California y allí, tras un enfrentamiento con compañeros de la escuela que a la vez saben karate, se ve obligado a entrenar para defenderse.  “Los personajes siempre están trabajados para que nos enganchemos con la víctima, para que nos reflejemos en ella y estemos atentos a su reacción ante el abuso”, finaliza Vivas.